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El exobispo Zanchetta tiene una nueva denuncia por abuso sexual y se sumarían otras cinco

Seminaristas de Orán se organizan por fuera de la Iglesia para accionar contra el exobispo. Los jóvenes desconfían de las autoridades eclesiásticas. Denuncian persecución.

Una segunda denuncia se presentó el miércoles ante la Fiscalía de Orán donde se acusa al exobispo Gustavo Zanchetta de abuso sexual simple; estas no serían las únicas demandas contra el sacerdote. Seminaristas se organizan cautelosamente por fuera del ámbito eclesiástico para oficializar más acusaciones judiciales.

Por la forma en que se “manejó la Iglesia” desconfían de sus superiores. El recelo y cuestionamiento alcanza al actual obispo de Orán, Luis Scozzina, e incluso a Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán, a quien el Vaticano designó para investigar a Zanchetta.

Desconfiados, temerosos y perseguidos. Así están los jóvenes que aún continúan cursando el seminario y también los que abandonaron el instituto religioso con el paso de Zanchetta por la diócesis del norte. Sin embargo, decidieron unirse y organizarse para presentar denuncias penales contra su exsuperior. Sus testimonios develan los abusos que habría cometido Zanchetta y los manejos de la Iglesia en el caso que apunta directamente al papa Francisco.

“Hay más chicos que se sumarían para ser testigos de las causas. Hay un chico que puede denunciar, que está buscando testimonios de los que estaban en esa habitación. Solo hace falta que digan que sí lo vieron entrar a Zanchetta al cuarto. Hay algunos que están dispuestos a declarar y otros no”, contó el seminarista Pablo (nombre ficticio para resguardar su identidad).

Sin rozar siquiera los 25 años, luego de la primera nota de El Tribuno en la que se destapó el caso, Pablo asumió un rol que nadie ocupaba: el de acompañamiento a sus compañeros seminaristas para llegar a la Justicia. “Inicié esto porque me sentí un poco solo. Sentí que si nadie estaba haciendo nada, alguien tenía que comenzar a hacer algo”, aseguró. Si bien el joven asegura que nadie le bajó la orden de callar, reconoció que al principio tuvo miedo: “Me dijeron: ¿vos sos consciente de que la Iglesia puede actuar como una corporación y luego perseguirte? Sé que puede pasar …”, admitió sentado en la mesa de su humilde casa.

Al seminarista no se le escapa ningún detalle, se acuerda el día en que salió la primera nota de Zanchetta, y anotó fechas de cada movimiento que hizo. Tampoco ignora el contexto de toda la situación de la que es parte. “Fueron tres negros del norte que se animaron a denunciar, y ahora también un grupo de seminaristas, que tampoco somos nada. Ninguno es de plata, vamos a ver cómo conseguiremos los medios para viajar cuando la Justicia nos llame”, afirmó.

El escepticismo de Pablo alcanza hasta al mismo medio que lo entrevista y no titubea al dejarlo en evidencia: “Espero que la información sea usada para saber la verdad y que no haya otros fines”, aclara marcando límites, y agrega que “no hay que actuar por venganza, sino por verdad y justicia”.

Luego de que se conociera la noticia de los abusos, el seminarista comenzó a contactarse con sus compañeros, les consultó si querían hacer la denuncia y paralelamente comenzó a asesorarse con una abogada “sin que sepa el obispo”. El 9 de enero coordinó una reunión con los ex y actuales seminaristas. “Les dije si querían hacer la denuncia o no, varios dijeron que sí y tuvimos una reunión con la abogada. Sé que en esa reunión había personas que fueron abusadas, pero no quisieron hablar”, relató. El joven está dispuesto a no apurar a sus compañeros atento a “sus tiempos, su intimidad y cierta vergüenza que pueden pasar”. De aquella reunión surgieron dos jóvenes que aseguraron que estaban dispuestos a denunciar a Zanchetta por abuso sexual. Uno de ellos oficializó la denuncia la semana pasada. El segundo es un exseminarista que oficializó su denuncia penal días pasados.

Los abusos que se le endilgan al exobispo cercano al Papa se basan en masajes, abrazos, “besos en el cuello” y otros episodios que los seminaristas prefieren mantener en reserva. Lo que sí se advierte es que son cosas que “no encuadran con lo que debería ser un obispo”. Son alrededor de cinco los casos que podrían caber en “abuso sexual simple”, y “sobre acoso pueden ser más”, calculó el joven que señala haber sido testigo directo de una de las situaciones de abuso de Zanchetta dentro del instituto de formación religiosa.

“En el 2017 entró un chico al seminario y comenzó a decir que tengamos cuidado, que nos alejáramos de Zanchetta. Él está enfermo y esta relación de dependencia que generaba hacía que varios no se den cuenta de lo mal que les estaba haciendo”, recordó Pablo, quien en aquel momento no le dio importancia al comentario y recién hoy lo “entiende”.

 

 

 

 

Fuente: El Tribuno

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