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Un femicida menos: murió Ricardo Barreda

Ricardo Barreda, el hombre que mató a sangre fría, con una escopeta de caza, a su ex esposa, su suegra y sus dos hijas en 1992, murió en el geriátrico Del Rosario, en la provincia de Buenos Aires, donde se hallaba internado. Tenía 83 años y desde 2016 era enteramente libre , porque la Justicia ese año consideró extinguida la pena a prisión perpetua que un tribunal platense le había dictado en 1995, al cabo de un juicio oral que fue televisado y cubierto profusamente por diarios y radios de todo el país. Barreda, informaron fuentes policiales, murió “por causas naturales”.

El camino que lo había conducido a recuperar plenamente la libertad estuvo tan lleno de controversias públicas como la investigación judicial que acreditó de manera contundente que él era el único responsable de los cuatro femicidios -premeditados- ocurridos el 15 de noviembre de 1992 en la casa de la calle 48, en La Plata. En el lugar, que está deshabitado y es objeto de un controversia judicial desde entonces, vivían las mujeres y Barreda, que tenía allí, en una habitación de la planta baja, su consultorio de odontólogo.

Ese domingo a la mañana, Barreda se puso un mameluco de tela gruesa. Buscó la escopeta Sarrasqueta calibre 16 -que su suegra le había traído de España treinta años antes- y comenzó un raid a sangre fría. Primero fue a la cocina, donde su ex esposa, Gladys “Beba” McDonald, de 57 años, lavaba platos y su hija menor, Adriana -24 años, abogada, y que por entonces planificaba su casamiento- completaba un crucigrama sobre la mesa. Disparó tres perdigonazos contra Adriana, dos contra Beba. Luego fue hacia el living y desde el pie de la escalera, disparó dos veces contra su hija mayor, Cecilia -la odontóloga de 26 años que ese día dejaba la casa para irse a vivir con su novio-, que bajaba desde su habitación tras escuchar los estruendos. Luego, disparó otras dos veces contra Elena Arreche, de 86 años, su ex suegra, quien también bajaba desde su habitación, en el primer piso, por el ruido de los disparos. Aunque durante el juicio Barreda cambió el relato acerca de en qué orden había cometido los crímenes -presuntamente para lograr heredar la casa- los peritajes demostraron que habían sucedido así.

Barreda cometió los femicidios antes del mediodía; luego fue al zoológico, más tarde al cementerio, donde estaban enterrados sus padres; descartó el arma; sobre la tardecita recogió a su amante y fue con ella a un hotel alojamiento. Cenaron en una pizzería; a medianoche regresó, solo, a su casa y luego fue a la comisaría 1ra. Dijo que en la casa había “cuatro cadáveres”.

En la madrugada, tras la primera inspección a la casa, el subcomisario Ángel Petti, sospechó de la versión de Barreda, quien aseguraba que había pasado el día afuera y al regresar, ya de noche, había encontrado a las mujeres asesinadas y la casa en desorden. El policía dio a leer el artículo 34 del Código Penal y Barreda asumió que, si alegaba que había tenido un rapto de locura, podría ser inimputable; entonces confesó y ayudó a encontrar la escopeta. En su versión -nunca acreditada en el juicio-, las mujeres de su familia lo humillaban y llamaban “Conchita”.

Días después, del frente de la casa de La Plata desapareció la chapa que promocionaba su consultorio odontológico. Tiempo después, alguien grafiteó “Ricky ídolo”.

El 14 de agosto de 1995 la Justicia le dictó una condena que recién quedó firme en 2007 -tras una resolución de la Corte Suprema provincial-. Un año después, Barreda pidió y obtuvo la prisión domiciliaria y se mudó a un departamento en Belgrano, con Berta André, una mujer que lo había conocido al visitar la cárcel. A principios de 2011 fue visto por la calle , haciendo compras, y durante algunas semanas debió volver a la cárcel. Página12

 

 

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