El “asesino silencioso” que vuelve a ser noticia cada invierno expone las fallas más comunes en los hogares argentinos.
Con la llegada del frío, la calefacción en los hogares argentinos se vuelve imprescindible, pero también puede transformarse en una amenaza mortal. El monóxido de carbono, producto de la combustión incompleta de materiales como gas, leña, carbón, alcohol o kerosene, es inodoro, incoloro e insípido. Es decir, imperceptible para los sentidos humanos.
“Se lo conoce como el ‘asesino silencioso’ porque no genera olor, ni irrita, ni da señales. Cuando se advierte, ya es demasiado tarde”, explicó el doctor Francisco Dadic, toxicólogo del Hospital Durand y director de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública.
¿Cómo actúa el monóxido de carbono en el cuerpo?
El gas tiene una afinidad con la hemoglobina 250 veces superior al oxígeno, lo que significa que reemplaza al oxígeno en la sangre y genera una asfixia celular progresiva. Las consecuencias pueden ser leves o fatales, dependiendo del tiempo de exposición y la concentración: dolor de cabeza, mareos, vómitos, fatiga, convulsiones, hasta llegar a un paro respiratorio.
En casos de exposición crónica, los síntomas pueden pasar desapercibidos o confundirse con cuadros gripales. Según la doctora Stella Maris Cuevas, otorrinolaringóloga y expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de Buenos Aires, “es frecuente que los síntomas se confundan con una gripe o un resfrío, y que la persona siga expuesta sin saberlo. Esto es aún más riesgoso en personas con anosmia, como sucede en algunos casos tras una infección por COVID-19”.
Los grupos más vulnerables son niños, personas mayores, embarazadas y quienes padecen enfermedades respiratorias o cardíacas.
Invierno, época crítica
En Argentina, los casos de intoxicación por monóxido de carbono aumentan notablemente con las bajas temperaturas. De acuerdo con el último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación, ya se han confirmado 444 casos en lo que va del año.
“El pico suele registrarse en los primeros días de frío intenso, cuando se encienden estufas y artefactos que han estado en desuso durante meses”, explicó el doctor Ramiro Heredia, médico del Hospital de Clínicas José de San Martín.
“Muchos hogares no realizan revisiones técnicas, y además se aíslan herméticamente para conservar el calor. Todo eso genera el escenario perfecto para una intoxicación”.
Los errores más comunes que pueden costar la vida
- Encender artefactos sin revisión previa:
Según Juan Ignacio Argüello, especialista en detección de fugas, muchos artefactos presentan problemas tras meses sin uso. “Una estufa que prende no garantiza que esté funcionando bien. La combustión incompleta puede pasar inadvertida sin una revisión anual por un gasista matriculado”. - Tapar rejillas de ventilación:
Para evitar las corrientes de aire frío, muchas personas bloquean las rejillas de ventilación, sin saber que están cerrando la única vía de escape de los gases. “Esto es extremadamente peligroso. La ventilación cruzada es esencial”, advirtió Argüello. - Ignorar el color de la llama:
La llama de cualquier artefacto debe ser siempre azul. Si presenta tonalidades amarillas, naranjas o rojas, es señal de una combustión defectuosa. - Usar el horno para calefaccionar:
Este error, muy extendido en viviendas precarias o ante fallas en la calefacción central, puede ser letal. Los hornos no están diseñados para emitir calor continuo en espacios cerrados.
Cómo prevenir la intoxicación
Los expertos coinciden en que todas las intoxicaciones por monóxido de carbono son evitables. Las recomendaciones más importantes incluyen:
• Revisión anual de todos los artefactos por un gasista matriculado.
• No tapar rejillas de ventilación, ni obstruir salidas de gases.
• Evitar el uso del horno como calefactor.
• Verificar el color de la llama en cocinas y estufas.
• Instalar detectores de monóxido en puntos clave del hogar.
• Mantener ventanas entreabiertas (10 a 15 cm) durante el uso de artefactos.
Además, ante cualquier sospecha, la respuesta debe ser inmediata: ventilar el lugar, apagar los artefactos, evacuar el ambiente y acudir al servicio de emergencias. El tratamiento de una intoxicación aguda requiere la administración de oxígeno al 100%, y en algunos casos, cámara hiperbárica.
“El monóxido de carbono no huele. Si se siente olor a gas, lo que se percibe es el butano o propano al que se le añade un odorizante. Pero si hay sospecha de fuga, no hay que minimizarla: abrir ventanas, salir del ambiente y llamar a emergencias”, enfatizó la doctora Cuevas.
Las estadísticas confirman que el riesgo está latente, y que muchas veces las víctimas no lo saben hasta que es demasiado tarde.
Como dijo Heredia, “aunque haga frío, ventilar salva vidas”.
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