La última Nochebuena volvió a exponer una fuerte división social en Salta en torno a la prohibición de la pirotecnia sonora. Lejos de un consenso, los festejos dejaron reclamos cruzados, defensas encendidas y una discusión que, año tras año, reaparece con intensidad durante las fiestas.
Por un lado, familias con niños con autismo, personas con discapacidad, adultos mayores y dueños de mascotas relataron episodios de angustia, miedo y estrés provocados por los estruendos. Para este sector, el eje del debate está puesto en la empatía y en el derecho a transitar las celebraciones sin padecimientos físicos o emocionales.
“Para nosotros no es una cuestión de gustos ni de tradiciones, es una cuestión de salud”, expresaron algunos familiares, que señalaron las dificultades que atraviesan durante fechas donde los ruidos se intensifican y se extienden por varias horas.
En la vereda opuesta, otros vecinos defendieron el uso de pirotecnia como una práctica cultural profundamente arraigada en las celebraciones de fin de año. Además, remarcaron el impacto económico que genera la prohibición sobre trabajadores y comerciantes vinculados a esta actividad, y sostuvieron que su utilización se concentra en pocas fechas puntuales del calendario.
Al margen de estas dos posturas predominantes, también surgieron cuestionamientos vinculados a la aplicación de la normativa vigente. Varios vecinos coincidieron en señalar la falta de controles efectivos y la aplicación desigual de las prohibiciones, una situación que termina profundizando el malestar y alimentando la confrontación entre quienes cumplen la norma y quienes no.
Así, la Nochebuena dejó al descubierto que, más allá de leyes u ordenanzas, la pirotecnia sonora continúa siendo un tema sin acuerdo social. Entre reclamos de empatía, defensas de tradiciones y críticas a los controles, la discusión sigue abierta y vuelve a instalarse cada vez que llegan las fiestas.
Fuente: Expresión del sur
