•Por: Rita Caliva
El COVID-19 se presentó al mundo como una pandemia sanitaria, pero su trasfondo social, político y económico revela una dimensión mucho más compleja.
Mientras los focos mediáticos se centraban en el conteo de contagios y las medidas sanitarias, en la sombra se desarrollaba una transformación estructural silenciosa: la consolidación de un nuevo régimen de control basado en las pantallas, la virtualidad y la fragmentación del lazo social.
La crisis sanitaria fue la excusa perfecta para acelerar un proceso que ya venía gestándose: el avance del poder económico global hacia una reorganización de la vida cotidiana en torno a la hiperconectividad digital y el aislamiento social. En lugar de una respuesta solidaria y comunitaria, lo que predominó fue el encierro, la vigilancia, la atomización del individuo y la dependencia creciente de plataformas tecnológicas corporativas.
En este nuevo orden, el “virus real” no fue el biológico, sino el cultural y psicológico: una pandemia de individualidad inducida, donde la interacción humana fue reemplazada por interfaces digitales, y la experiencia compartida, por el consumo personalizado. Se implantó una nueva normalidad donde el sujeto es vigilado, productivo desde su encierro, aislado pero interconectado —un consumidor perfecto para el capitalismo digital.
La oportunidad fue única: en un escenario global de tensiones sociales preexistentes, con economías colapsadas, desigualdades extremas y movimientos de protesta en auge, la pandemia funcionó como un potente inhibidor social. El miedo al contagio reemplazó al miedo al sistema. Las calles se vaciaron justo cuando empezaban a llenarse de voces rebeldes.
El poder económico dominante encontró su vacuna: la disolución de lo colectivo en nombre del bien común.
Hoy, más que nunca, es urgente desenmascarar esta estrategia. Porque el verdadero virus que nos inocularon no fue el COVID-19, sino la naturalización de un modelo de vida solitario, vigilado, digitalizado y desconectado de toda forma de organización comunitaria.
