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“Vino la Justicia”, una historia de las historias de esa Salta de antaño

  • Por: José de Guardia de Ponté
Esta anécdota me la contó un viejo amigo que allá por los años ’40 sirvió a la fuerza policial salteña. La historia trata de un “hombretón” de pocas luces que trabajó de policía en esa Salta de antaño y que puede integrar, con todo merecimiento, la lista de personajes inmemoriales de Salta.

Era un criollo calmado, observador y paciente, con un especial físico que lo hacía apto para la ejecución de tareas pesadas pero lamentablemente no poseía gran capacidad ya que no era buen hachador ni tampoco buen peón de “pala y pico”, como se clasificaba por esos años al peón de campo. Tuvo la suerte de que un allegado suyo gozara de los favores de un funcionario importante y a través de esta casual relación consiguió ser nombrado como agente de la Policía de la Provincia.

Lo asignaron por sus dimensiones a rondar en las noches por las zonas más delicadas, fundamentalmente por “cabarutes y borracherías” de los bajos fondos. En un tiempo se hizo muy conocido por estos parajes olvidados del Señor fundamentalmente por los borrachitos y tal vez fue este grupo el que bautizó a nuestro personaje con el apodo de “Vino la Justicia”. No entendía bien el significado que tenía el sobrenombre, pero lo aceptaba a su modo.

Este apodo se lo ganó debido a su debilidad de hombre bueno y algo ocioso, como a su afición al vino. Cuentan que muchas veces detenía a algún ciudadano por esas contravenciones que surgen de una trifulca, o de una mesa donde algunos caballeros se desconocían con otros transgresores de líquidos espirituosos.

Entonces actuaba eficazmente en su carácter de agente de policía y llevaba al revoltoso indefectiblemente a la comisaría. En el trayecto el detenido solía conversarle convenientemente sobre su posición social, su familia y el peligro de perder su empleo en caso de ser detenido y procesado. Entonces se hacía una modesta transacción, en la cual el detenido recuperaba su libertad, mientras “Vino la Justicia” se alejaba con una botella de vino en la mano.

Es menester aclarar que no obraba así con todos los que caían en sus manos de guardián del orden. A los que realmente delinquían los trataba como delincuentes, y si era necesario reducirlos por la fuerza lo hacía y llegaba forcejeando con el detenido hasta ponerlo tras la reja de un calabozo.

“Vino la Justicia” en realidad solamente ejercía estos generosos favores con individuos inofensivos que conocía y que, en su parecer, serían seriamente perjudicados si llegaran a ser sumariados por alguna contravención.

Así pasaron los años y nuestro personaje se fue perdiendo de las calles polvorientas de aquellos barrios misteriosos de esa Salta del ayer. Churito, ¿que no?

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