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A 69 años de su muerte: Eva Perón, un mundo hecho de palabras en carne viva

La palabra de Evita permite conocer a una mujer imprescindible pero también hallar una identidad, un imaginario, un destino. Cinco discursos que marcaron su vida y la de todos los argentinos. Ecos que aún resuenan de una mujer que el 26 de julio de 1952, a los 33 años, dejó a un país triste, silencioso y mudo.

Los discursos de Evita, ya orales, ya escritos, fueron contribuyendo a crear una identidad, un imaginario, una utopía que terminó por trascender al peronismo.
“El oficio de la palabra /más allá de la pequeña miseria / y la pequeña ternura de designar esto o aquello, / es un acto de amor: / crear presencia”, escribió Roberto Juarroz en su “Poesía vertical”.

La palabra fue para Eva Duarte de Perón, de cuya muerte el 26 de julio de 1952 se cumplen 69 años, una herramienta con la que dar cuenta de la realidad y construir una presencia. Y también, por qué no, un acto de amor.

Los discursos de Evita, ya orales, ya escritos, fueron contribuyendo a crear una identidad, un imaginario, una utopía que terminó por trascender al peronismo. Desde que en un acto para ayudar a las víctimas del terremoto que arrasó a la ciudad de San Juan en enero de 1944 conoció al entonces Secretario de Trabajo y Previsión Social, Juan Domingo Perón, la palabra creció a la par de su militancia política.

Expresiones como “mis grasitas”, “mis queridos descamisados” o “compañeras trabajadoras” irrumpieron en el discurso público, resultando disruptivas para la verba anquilosada de “la política de los políticos”. Además, corrieron el velo que invisibilizaba a trabajadores, mujeres, campesinos y marginados.

En sus intervenciones a través de la radio, en actos públicos o mediante escritos, “la abanderada de los humildes” apelaba a la lealtad, a la clase, a lo nacional y a los derechos de las mujeres, designando de manera clara el campo “amigo/enemigo” y apelando a un tono épico (lucha, desprendimiento, solidaridad), emotivo (amor, muerte, sufrimiento) y poblado de imágenes, algunas grandilocuentes, muchas otras simples y cotidianas.

Cinco momentos de la vida política de Eva, vistos a través de sus intervenciones discursivas, pueden resultar significativos para recorrer su historia. También para dar cuenta del oficio de la palabra. Cinco textos que recuperamos de los orginales publicados por la Biblioteca del Congreso de la Nación en 2012 bajo el título de “Eva Perón. Discursos”.
El 9 de octubre de 1946, a sólo cuatro meses de que Juan Domingo Perón asumiera por primera vez la Presidencia de la Nación, Evita habla a las mujeres de todo el país desde la residencia presidencial para evocar el primer aniversario del 17 de octubre.

Aquellas primeras palabras construirán el destinatario privilegiado de la entonces Primera Dama, dará visibilidad a un actor político largamente ignorado (la mujer trabajadora) y sentará las bases de un diálogo que sólo se interrumpirá con su muerte.

“Hablo a todas las mujeres de mi país que trabajan y luchan rudamente por su hogar. A las que la fortuna adversa, o el humilde destino, han llevado allí, al pequeño refugio del taller, de la fábrica, de la oficina. Hablo a mi hermanas del campo, del quebrachal, y del ingenio. A las que optaron por dar a su hombre, a la par que su ternura, su dedicación y su periódico sacrificio del trabajo”.

Evita da cuerpo a la mujer trabajadora a partir de necesidades, sueños y anhelos que volverán una y otra vez en sus intervenciones. “Hablo a las que necesitan defender algo, y seguir teniendo fe en la justicia social de un pueblo. A las alegres o sombría muchachas que hacen cola en los acogedores claustros de la Secretaría de Trabajo y Previsión, la Casa de los Trabajadores Argentinos, aguardando -día a día- con idéntica fe y renovado fervor, la suerte y la defensa individual o colectiva de cada peso de su jornal humilde. Hablo a lo que el país, tiene de maravilloso y entrañable”.

En aquellas palabras inaugurales de sus intervenciones públicas, Eva Perón define un escenario y a una de sus grandes progonistas: las mujeres. También definirá su lugar: ser una más entre ellas. “Yo pertenezco a mi pueblo, me confundo con él; soy lo que una de ustedes: un corazón de mujer que, en el día difícil y amargo de la derrota, ha sacado fuezas de su flaqueza, y ha luchado y se ha impuesto por el futuro mejor de su país, de su pueblo”.

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