Por: Andrés Gauffín
Si nos dejáramos llevar por algunas expresiones incluidas en la campaña anti boliviana de El Tribuno a raíz de la muerte del motoquero Alejandro Benítez en Cochabamba, salteñas y salteños comenzaremos a pasar indiferentes ante un ciudadano del país vecino agonizante en nuestras calles y lo dejaremos morir sin asistencia.
Tal vez el más brutal de los personajes que el matutino de Juan Carlos Romero hizo aparecer en su serie fue el diputado nacional por el PRO – Juntos por el Cambio, Francisco Sánchez, quien sin importarle alguna reacción que pudiera provocar sus palabras de odio, en la edición del domingo 10 de julio aseveró que “si son tratados así los ciudadanos argentinos en Bolivia, en su país se tendría que dar un trato similar y aún en contra de las tradiciones de la incondicional hermandad”.
No le importaba en nada al matutino salteño, ni al legislador nacional del PRO por Neuquén, la estupidez de proponer la venganza del ojo por ojo diente por diente, al mismo tiempo que enunciaba las tradiciones de “incondicional” hermandad.
Porque el objetivo de la campaña informativa de El Tribuno no tenía nada que ver con racionalidades ni lógicas informativas: la reiteración de que Benítez -chocado por un camión en el vecino país- murió después (lo que debía entenderse como “a causa de”) de que alguien había solicitado el pago en pesos bolivianos de una ambulancia que finalmente no le suministró y que había rechazado los pesos argentinos que ofrecían sus compañeros, sólo buscó despertar en Salta las más arcaicas animadversiones hacia el extraño -en este caso los bolivianos-, viejo recurso político de las derechas más cercanas al rancio fascismo que a los términos liberales y democráticos que usan cuando necesitan exhibir lenguaje político correcto.
El lunes 11 de julio el periodista Darío Pérez no se quiso quedar atrás y contribuyó con un tacho de nafta para propagar el fuego. Escribió sobre la “frialdad con la que condenaron a muerte al profesor Benítez” e inició para esta serie la ya clásica cantinela de que los argentinos somos derechos y humanos, perdón, somos generosos con los bolivianos dándoles a estudiar y atendiéndolos gratis en los hospitales, pero ellos condenan a muerte de manera tan fría a uno de los nuestros.
Cuando el sábado 9 de julio pasado sus propietarios tomaron la decisión de iniciar una campaña informativa, activaron todas las alarmas en Limache, todos sus recursos quedaron a disposición, y se comenzaron a aplicar los procedimientos del viejo manual de las permanentes campañas informativas de El Tribuno:
- Profusión de títulos en cabeza de tapa o en cabeza de las páginas interiores con utilización sistemática de términos de fuerte tono emotivo y/o descalificativo, como “insólito”, “indignación”, “odisea”, “monstruosidad”, “inhumanidad”, “discriminación”
- Utilización a destajo de la palabra “repercusión” de la primera noticia publicada por El Tribuno sobre el caso, para justificar la aparición en sus páginas de personajes que hubieran guardado total silencio sobre el caso, pero El Tribuno les puso un micrófono debajo de la nariz y tuvieron que hablar.
- Mención de las famosas fuentes dignas de “todo crédito” a las que precisamente su anonimato habilita para decir cualquier contrasentido. Utilización sin razón y sin culpa de los “habría”.
- Notas firmadas por distintos periodistas -en este caso al menos cuatro- del matutino de Juan Carlos Romero, con el objetivo de dar mayor credibilidad a la campaña.
- Publicación de sesudas columnas firmadas por periodistas de opinión y de solemnes editoriales con la enunciación de inmaculados y abstractos principios.
Así, el lunes 11 de julio el presidente de la Unión Cívica Radical Salta y diputado nacional, Miguel Nanni, pudo salir aseverando que lo que “hizo y hace Bolivia con nosotros es totalmente reprochable y condenable. Hay mucha ingratitud en esa conducta, porque cuando necesitan de nosotros, ahí estamos históricamente… ahora, una vez que nosotros necesitamos de ellos, la respuesta está a la vista…”.
No podían faltar tampoco las entrevistas a directivos del hospital provincial San Bernardo -el martes 12 de julio- que salen hablando de la cantidad de bolivianos que son atendidos sin cobrarles un peso, y hasta una nota sale al cruce de la “versión” (¡versión!) que la cónsul boliviana en Salta se habría atrevido a declarar que se le cobra un plus a los bolivianos que atienden allí.
Por supuesto, en esas notas se reiteró que los médicos argentinos cumplen con el juramento hipocrático de no abandonar a su paciente, pero allá….
“Bolivia no actuó en consecuencia con Alejandro Benítez”, sale a decir ese mismo día el ministro de Salud de la Provincia Juan Esteban, echándole atodo un país la responsabilidad de la muerte del motoquero.
Así, médicos, cronistas, columnistas, empresarios, y políticos desarrollan cada uno una parte de un guión antiboliviano en realidad elaborado por los propietarios del diario y sus estrategas.
La campaña pudo ampliarse el viernes 15 de julio con un gran título en cabeza de tapa que advierte sobre “más riesgos en viajes a Bolivia” y en la bajada señala que las empresas turísticas que van para la fiesta de Urkupiña aseveran que el tour es una odisea.
Pero en el desarrollo el lector puede darse cuenta que no es que “las” empresas dicen eso. Sólo una mujer no identificada con su nombre, pero a la que se le adjudica ser propietaria de una importante empresa, dice algunas generalidades a tono con la campaña, pero ni siquiera utiliza la palabra odisea: es el propio cronista el que lo hace en al´gún lugar de la nota.
¿A alguien se le puede ocurrir que las mismas empresas que viven de los centenares de salteños y salteñas que peregrinan a Cochabamba todos los años -la gran mayoría de los cuales la pasa muy bien allí- van a publicar que el viaje es una odisea y que allì no se respetarán sus derechos? A El Tribuno sí.
En la otra página de la misma edición del viernes 15 de julio, la “corresponsalía de Tartagal”, advierte que “el argentino que cruza cualquiera de los puentes internacionales que separan Argentina de Bolivia literalmente renuncia a su derechos” y advierte a quien quiera hacer compras en Yacuiba que si allí “a una vendedora se le ocurre de acusarlo robado algo… o de haberle pagado mal por algo que compró, inmediatamente se verá rodeado de otros vendedores que lo agredirán verbal y físicamente”: irá a la cárcel donde ni siquiera podrá hablar en su defensa.
Fue en base a esa nota anónima y repleta de generalidades y de animadversión contra Bolivia, que en su solmene editorial del domingo 17 siguiente el director del diario El Tribuno, Sergio Romero, afirma solemnemente que mientras las familias bolivianas encuentran aquí trabajo, educación y hospitalidad, los turistas argentinos padecen una actitud discriminatoria y violenta.
No ha sido casual que en los últimos días de la campaña anti boliviana de El Tribuno, la municipalidad de Salta, a través de afiches en las calles, saliera a invitar a los salteños a volver al Parque San Martín porque, dice Bettina Romero allí, “pusimos orden”.
Vieja táctica, los afiches de la Municipalidad -con unos mates tan telúricos- son el final feliz de la historia de terror que nos quiso contar el matutino durante tantos días.
El orden romerista se construye en base a la animadversión- y si fuera posible su exclusión- contra lxs vendedores ambulantes, lxs cartonerxs y ahora lxs bolivianxs.
La campaña hacia 2023 del matutino y de la Municipalidad apela al sentimiento más racista y xenófobo de un gran sector de Salta, en especial de la capital, donde las derechas compiten con discursos cada vez más vegonzantes por sacarse una porción del electorado.
Que el columnista Francisco Sotelo haya aclarado por las suyas el 13 de julio que los responsables de la muerte de Benítez no son los bolivianos como Nación, sino los médicos, farmacéuticos y policías que dejaron morir al docente, no contribuye en nada, porque ya El Tribuno publicó -y siguió haciéndolo- demasiados textos descalificativos contra toda Bolivia.
Pese a su lenguaje políticamente correcto, la columna de opinión de Sotelo es un escalón más de la serie anti boliviana propulsada por los Romero.
Y que luego Sotelo afirme tan solemnemente -y también tan desvergonzadamente- que la Constitución argentina garantiza para todos los extranjeros los mismos derechos que los ciudadanos del país, sólo muestra el nivel de cinismo, de la doble vara y el racismo que se fogonea desde Limache.
Porque, señor Sotelo, el diario para el que usted escribe nunca se escandaliza de las decenas de muertes de niñas y niños aborígenes del Chaco salteño -sus conciudadanos, dese por enterado- que se producen cada año.
Nunca calificó como “indignante” que niñas y niños lleguen desnutridos a los hospitales, porque de sus tierras originarias ya se llevaron todos sus recursos.
Pero es sí, usted parece estar conforme que aquí los médicos argentinos cumplan con su juramento hipocrático y los llegan a atender, pocos minutos antes de que mueran.
Señor Sotelo, ya es hora de que deje de prestarse con su exquisita pluma a todas las campañas que los Romero deciden iniciar para establecer su orden en Salta.
Déjenos ver un atisbo de su dignidad.