Las Gigantes del San Bernardo: Un encuentro anual con la naturaleza
Cada verano, un espectáculo natural digno de admirar se despliega en las laderas de nuestro emblemático cerro: las arañas más grandes de la región descienden desde las alturas hacia la base, recordándonos su presencia imponente y su rol vital en el ecosistema local.
Los habitantes de los barrios aledaños ya están acostumbrados a estas visitantes anuales. “Es algo que vemos cada año, cuando empieza a calentar más el clima. Al principio asustan por su tamaño, pero luego aprendemos a convivir con ellas”, comenta Marta Ruiz, residente del barrio El Portezuelo.
Estas arañas, cuyo tamaño puede llegar a impresionar incluso a los más valientes, se movilizan principalmente en busca de refugio y alimento, aprovechando los recursos que encuentran más cerca de las zonas urbanas en esta temporada. Su hábitat natural, los rincones más recónditos del cerro San Bernardo, no siempre ofrece las condiciones ideales durante los meses cálidos, lo que las lleva a explorar territorios más bajos.
Los especialistas aclaran que este fenómeno no es motivo de alarma.
“Estas arañas son propias del ecosistema local y cumplen un rol fundamental en el control de plagas y la biodiversidad”, señala la bióloga Carolina Morales.
Además agrega que: “no son agresivas. Si no se sienten amenazadas, no representan ningún peligro para los humanos”.
En los últimos años, este peculiar descenso ha comenzado a despertar curiosidad entre los amantes de la naturaleza, quienes ven en estas migraciones una oportunidad para aprender más sobre la fauna local.
El fenómeno también invita a reflexionar sobre la necesidad de preservar los entornos naturales que estas arañas y otras especies llaman hogar.
Los expertos destacan la importancia de no perturbar su ciclo natural y de mantener las zonas cercanas al cerro libres de contaminación.
Así, las “gigantes del San Bernardo”, como ya muchos las llaman, se convierten en un símbolo de la convivencia armónica entre los humanos y la naturaleza. Porque, al fin y al cabo, todos compartimos este mismo planeta y sus ciclos únicos, año tras año.