
•Por Redacción Género
La mañana que debía estar marcada por la solemnidad y el dolor ante el fallecimiento del Papa Francisco quedó empañada por un acto de destrato y menosprecio por parte del arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, hacia la única periodista mujer presente en una rueda de prensa dentro de la Catedral Basílica.
La periodista en cuestión fue Violeta Gil, una figura conocida en los medios salteños, a quien muchos identifican como “la niña mimada” del magnate radial Mario Peña, propietario de FM Aries y conductor de un programa en la pantalla de Multivisión.
Gil, quien en otras oportunidades fue testigo silenciosa del maltrato verbal y la misoginia ejercida por Peña hacia mujeres en política —entre ellas la exintendenta Bettina Romero, a quien nunca defendió públicamente—, hoy se vio del otro lado.
Durante la cobertura del pronunciamiento de Cargnello ante la muerte del Papa, la periodista intentó hacer una pregunta que tocaba el costado político de la figura pontificia.
El arzobispo reaccionó con visible fastidio, lanzando primero: “No me hagas preguntas en este momento que yo no sé qué dijeron los otros”, frase que sonó más a desaire que a limitación contextual.
Pero fue la segunda intervención la que expuso con crudeza el desprecio de género: “Todavía no hemos hablado con nadie, hijita”, respondió Cargnello, condescendiente y con un tono que dejó helado el aire sacro del templo.
Mientras los periodistas varones presentes guardaban silencio cómplice -cómo ella hace ante su jefe cuando maltrata mujeres- ninguna voz se alzó para señalar el trato diferenciado, incluso humillante, hacia la única mujer en el espacio.
El gesto no fue casual ni menor. En una provincia donde la Iglesia Católica mantiene fuerte influencia sobre las esferas de poder político, cultural y mediático, el lenguaje y las formas del clero siguen marcando una jerarquía patriarcal inamovible.
Cargnello, protagonista de múltiples controversias, volvió a mostrarse intolerante y despectivo, esta vez con una comunicadora.
La Catedral, ese espacio donde tantas veces se predica la igualdad, y en un contexto dónde se hablaba del máximo referente de la igualdad en la Iglesia, hoy fue escenario de una inequidad brutal. Y el silencio ensordecedor que le siguió dice más que mil sermones.