Sociedad

Hace 77 años atrás ocurría uno de los más potentes terremotos en el norte del país

La historia cuenta que a las 3.10 de la madrugada del 25 de Agosto de 1948 un fuerte terremoto con epicentro en Metán sacudió todo el norte del país. La magnitud fue similar la que se registró en San Juan en 1942 y destruyó la ciudad. Por la protección del Señor y Virgen del Milagro, los daños fueron menores.

El 25 de agosto de 1948 la  población de Salta se despertó violentamente a las 3 de la mañana, por un fuerte sismo. El epicentro estuvo en la cuenca de Metán y fue de 7 grados en la escala de Richter. 

Esa noche, las calles estaban prácticamente desiertas y el silencio era estropeado por el caminar de algún trasnochado que retornaba de alguna cantina.

A las tres de la mañana, desde lo más profundo de la tierra, llegó un silencioso eco tormentoso que arrollaba con un crujido espeluznante, fenómeno que provocó que muchos que estaban entregados al sueño despertaran al sentir en su organismo un ligero e inexplicable malestar.

Después, percibieron que el caer de cuadros y copas que estaban preservadas en estanterías y vitrinas; las lámparas y arañas bailoteaban; las paredes se movían; las puertas y ventanas se sacudían. Ante tremenda pesadilla los vecinos abandonaron sus viviendas y ganaron la calle, muchos de ellos solo resguardaban sus cuerpos tal cual se encontraban acostando. No había tiempo en la búsqueda de seguridad.

Las agujas del reloj de la Catedral se detuvieron a las 3 horas y 10 minutos, como un hito de una aterradora conmoción. Las campanas de San Francisco como las del templo mayor tañeron varias veces como consecuencia de los horribles sacudimientos. Se cortó el servicio eléctrico y en medio de las tinieblas la ciudad se mostraba oculta bajo de una densa nube de polvo.

A eso de las 3 y media desde los diferentes puntos se concentraban largas columnas de vecinos para acampar en los  paseos públicos o en las calles buscando algún tipo de protección. Otros peregrinaban hacia la Catedral iluminados por velas o improvisadas antorchas, de rodillas y hasta llevando una cruz de madera.

El entonces primer arzobispo de Salta, monseñor Roberto José Tavella, dispuso que se abrieran las puertas de la iglesia para que los pobladores ingresaran a la misma y ofrecieran sus oraciones a los santos patronos.

El 25 de agosto se suspendieron las clases en toda la provincia con el objeto de verificar técnicamente el estado edilicio de los establecimientos y, como así, los diarios no pudieron ser voceados en las calles por la falta de corriente.

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