Cuando Auria despertó de su siesta, Almodóvar tenía lista la reescritura. Hizo que Smit le dijera a Cruz que la niña estaba cansada y que la habían acostado, una ficción que también era cierta. Pero, como si sintiera que su influencia había menguado, la pequeña estrella se comportó como un ángel. Después de su primera toma, Cruz le lanzó besos voladores. Regresaron a tiempo.
Almodóvar formó parte de la primera oleada de españoles que contrajeron el COVID-19 a principios de marzo de 2020. El virus le llegó como un fuerte resfriado: fiebre baja, dolores musculares, malestar estomacal, dolores de cabeza. Nada terrible. Sin embargo, desde el punto de vista económico, el estricto confinamiento de España le pareció una catástrofe. En ese momento, Parallel Mothers no era más que un archivo olvidado en su computadora. En cambio, estaba programado para rodar un cortometraje, The Human Voice, con Tilda Swinton a principios de abril. El decorado minuciosamente construido aguardaba en un almacén a las afueras de Madrid. Pero el confinamiento le impidió usarlo. ¿Tendría que abandonar el proyecto y tirar meses de trabajo?
Desde que Pedro y su hermano menor, Agustín, juntaron todos sus recursos para fundar la productora El Deseo en 1986, han asegurado la independencia artística de Pedro. Nadie puede insistir en recortar un personaje trans o rediseñar un póster controvertido u omitir los azulejos de la cocina pintados a mano. Desire posee los negativos y los derechos de autor de todas sus películas menos tres. Este tipo de control artístico, sin embargo, requiere una cuidadosa gestión financiera. Las películas de Pedro suelen costar alrededor de 10 millones de euros. “Por mi parte, tengo que estar siempre con el dinero como un látigo, como si fuera un animal”, me dijo Agustín. Si perdieran demasiado en The Human Voice , la bestia podría causar lesiones graves, lo que afectaría el presupuesto de The Wish para futuras películas.
