Momento Literario

DE LOLITAS, LOLOS Y LOLITES

•Por: Quil Dick

A Lolo el tango no tuvo que esperarlo. A Lolo el tango le llegó sin música y con poco más de catorce años, cuando empezó a ratearse de la escuela y se encontró, o encontró a su padre perdido y abandónico. Lolo en cualquier ciudad sería unjoven adulto, soltero, codiciable; en este pueblo playero que la va de Miami sin choping, pavimento ni casino, Lolo es un viejo que ya debería haber desamparado (por lo menos) a dos hijos, de dos minas diferentes y más jóvenes que él, y quizá, quién lo sabe, ocuparse de que la petaca esté siempre llena para matar el frío y ahogar las penas al compás de la última curda.

Claro que Lolo alguna vez también fue un Lolito, y aunque la lucha le ha sido cruel –y cualquier estadística sobre infancia y pobreza lo eximiría de más de un bardo por afuera del margen—, Lolo se culpa de todo. Es que “ya de guachín”, subraya, Lolo elegía mal y andaba con mala gente. Y no fue para sumarle manchas de humedad al estigma de la carencia queLolito resultó ser hijo de madre soltera en una comunidad hippie y solidaria para fiestas o happy hours peroconservadora e individualista para crianzas y baby showers. 

Acá dicen las malas lenguas que al movimiento hippie primero le metieron la falopa y después el discurso revolucionario, y que la culpa, la culpa fue el invento de un cura para someter a los niños e inocularles la necesidad del perdón divino. Lo cierto es que, sea en los arrabales o en pleno centro de este desierto salado, las infancias hace tiempo que adolecen de las fuertes olas de turismo. Con suerte, sus madres trabajan de sol a sol en el verano para pasar el invierno, y los guachines quedan al cuidado de la industria y las tecnologías del entretenimiento que smells like teen spirit.Si fue ayer nomás que la libertad dejó de ser bandera y nos metieron el perro del hipismo newage  junto con la mano invisible del mercado de sexo, droga y reviente porque –dicen— tanto el drugs como sexual tourism no cierra los feriados ni tiene temporada baja. 

Y no hace falta tener las playas de Sri Lanka para convertirse una atracción turística, con el empobrecimiento de la población local y el achicamiento del Estado alcanza. Lolidice que ella es una sobreviviente del mercado garpo, del que logró salir antes de que onlyfans se convirtiera en una easyand happy window hacia el otro lado que está más afuera del margen. Loli no habla de las trabajadoras sexuales como sus compañeras, y aclara que “lo suyo no es la prostitución”. Como millenial, la tiene clara y explica que las nuevas appsadaptan el deal a cada user, y extienden fun-cio-na-li-da-des a todos los rubros, haciendo fácil comprar y vender cualquier cosa. Y en el pague y vea hay cargo sin culpa porque – dice, Loli— ahí se ingresa por mutuo consentimiento. 

Pero no desesperar que este pueblo, siempre a la vanguardia, junto con las torres y cabañas “en la playa”, ya incorporó su oferta de escuelas privadas con pedagogías garchof, montechorri y metaverso. Todo esto sumado a un paisaje agreste de médanos, bosques y leyendas medievales para los que sientan saudade de un pasado que no fue porque, pobreza obliga, ni los pioneros llegaron a este desierto por su tradición en trabajo, disciplina, moral, progreso y sanas costumbres. 

Muerto el Estado, gana el Mercado y andá cantarle a Gardel. Por eso, acá millenials, ninis o planeros, si nacieron entre 1980 y 1990, saben bien lo que es ver crecer torres, bares, pubs, canchas de paddle y glamour al ritmo del desempleo, la pobreza y el vaciamiento del espacio público.

Ahora Lola espera que llegue la temporada. Durante esos meses, dice, hace buena propina bailando en los bares solofans de la costera. Lola baila desde que era una Lolita, quiso ser bailarina del Cólón pero apenas llegó a la puerta. Después siguió medio bailando y medio volando, y se fue por la calle Callao donde consiguió su primer protagónico en los escenarios de una de las whiskerías más concurridas de la noche porteña. Los veranos, cuenta Lola, se iba de gira aPunta, Pina, Floripa hasta que una temporada volvió a su arena natal y no quiso sentir que es un soplo la vida.

Fue laburando que Lola se reencontró con su amigo de infancia. Lolo la reconoció enseguida, ella creyó que era otro de esos borrachines molestos de bar. Esa noche, Lolo tomó menos para esperarla, y después hablaron de sus pasiones literatura, música, pintura, danza y teatro. Ambos se lamentaron por haber abandonado la escuela y elegido la calle, los bares, las fiestas, aunque no recuerden bien las otras alternativas. Lolo aprovechó el reencuentro para invitar a Lola a conocer juntos la biblioteca del pueblo; Lola le devolvió la cortesía con una salida al teatro municipal. Sur, paredón y la ñata contra el vidrio. Sobre las mesas que nunca preguntan, Lolo y Lola lloraron sus desengaños, se rieron del marketing del duelo y la melancolía y juraron luchar por su amor, por el Amor, por la Vida.

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