
La conmoción fue inmediata cuando se conoció que Reynaldo Román, el padre de la víctima, había estado buscando durante dos meses con sus propias manos en el lugar donde fue encontrada su hija, en un esfuerzo solitario que finalmente dio frutos.
A pesar de la indiferencia de las autoridades, cuando la noticia de su incansable búsqueda fue divulgada por InfoSalta, la policía y Criminalística finalmente se hicieron presentes para cotejar el lugar y levantar las prendas de la víctima, piezas clave de una investigación que hasta entonces estaba plagada de negligencias.
Román, cacique wichí de la comunidad Betania, había encontrado en ese terreno los elementos que la justicia había pasado por alto. La ropa de su hija y un envase utilizado presuntamente por los femicidas fueron descubiertos por él mismo, tras semanas de un rastreo arduo en el que estuvo solo, sin apoyo de la policía ni de otros organismos del Estado.
Esta intervención de Criminalística, luego de la denuncia pública de InfoSalta, deja en evidencia una vez más el abandono estatal, en una región donde la violencia de género y el racismo estructural son moneda corriente.
Sin embargo, las autoridades recién actuaron tras la presión mediática, un recordatorio de la brecha de impunidad que sigue existiendo cuando las víctimas son mujeres indígenas.
Con la presencia tardía de Criminalística, ahora se espera que las pruebas encontradas por Román puedan arrojar luz sobre un caso que, desde su inicio, estuvo marcado por la desidia.