- Por Esmeralda Siuffi -Politóloga-.
La situación de Monseñor Cargnello en la provincia de Salta, denunciado por violencia de género junto a otros dos hombres hacia una religiosa del Convento San Bernardo– nos remite a la crisis que atraviesa la Iglesia Católica como institución cuya estructura está permeada de relaciones patriarcales, donde la jerarquización del poder ubica a los hombres por encima y a expensas de las mujeres -cuadro excelsamente expuesto en “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco– y nos da el marco para comprender por qué no es la institución que dará sostén legítimo a los más vulnerables de la Argentina en medio de la pobreza creciente, y es por eso que es el Estado el que debe dar las respuestas, un Estado laico, presente y responsable. Y en todo caso, el pueblo católico de Salta deberá no aceptar más la representación de hombres “infieles” y cuestionar esta Iglesia farisea e hipócrita y abogar por transformar su composición -proceso por el cual también debiera de atravesar el Partido Justicialista de Salta-.
Aquello de la horizontalidad como forma de construcción de poder está prácticamente anclado en los orígenes del cristianismo, en la vida comunitaria de un Jesús profundamente humanista y humilde, aunque también crítico del status quo imperante: una vida religiosa vaciada de espiritualidad y repleta de vanidades. ¿Se puede hablar de humanismo hace 1989 años cuando lo asesinan como a delincuente y lo clavan en un madero y lo coronan Rey de los Judíos con espinas? ¿Es compatible el liderazgo de un Monseñor Cargnello con el liderazgo de un Jesús de Nazaret?
Se puede hablar de un Jesús que concentra la justicia, la piedad, la bondad y otras múltiples virtudes y las comparte entre los excluidos del sistema, un Jesús maestro, paciente, pero firme. Un Jesús que brinda su tiempo, se entrega a los pobres, a las apedreadas, a los enfermos.
Es incompatible el Jesús venerado por ramos de olivos con aquel Cargnello que recuerda a los fariseos del Templo de Jerusalén. Me pregunto sobre aquel periodismo que ahora se golpea el pecho en Salta, que tiene la vara liviana para juzgar a compañeras periodistas como “aborteras” porque respetan la ley 27.610 (ILE) si tiene algo para decir en contra de las Carmelitas Descalzas por tener el valor de denunciar los atropellos y la violencia de tres hombres de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que sin lugar a dudas ellas bien representan y a quiénes muches salteñes respetamos por precisamente remitirnos a la vida comunitaria, ascética y entregada de un Jesús profundamente humanista.