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“De nada sirve que pida disculpas”: Indignación por presencia de obispo Juan Barros en masiva misa de Papa Francisco

El obispo Juan Barros, acusado de ser un encubridor y colaborador de Fernando Karadima, tuvo una presencia estelar en la misa del Papa Francisco en el Parque O’Higgins.

No pasaron ni un par de horas desde que el Papa Francisco, desde el Palacio de La Moneda, pidiera perdón por los abusos de la Iglesia Católica a menores de edad, hasta que en su misa masiva en el Parque O’Higgins, resaltara la presencia de Juan Barros, el cuestionado obispo de Osorno.

Barros es la gran piedra en el zapato de Bergoglio en Chile. Cercano a Karadima, acusado de encubridor de los abusos sexuales del ex párroco de El Bosque, el Papa ha defendido la presencia de Barros.

La conexión de Barros con Karadima

Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes del caso Karadima, declaró ante el fiscal Xavier Armendariz en mayo de 2010. Entonces mencionó que el condenado ex párroco de El Bosque tenía la costubre de hacer “tocaciones” en los genitales a los jóvenes seminaristas por encima de la ropa, incluso con público presente. Otra práctica era con sus “regalones”, que “ponían su cabeza en el pecho de Karadima”, dijo Cruz en la declaración. Ellos eran, por ejemplo, Tomislav Koljatic y Juan Barros, actualmente obispos de Linares y Osorno. “Barros era uno de los más cercanos a Karadima, no el preferido, pero bastante próximo y muy manejable”, agregó Cruz.

Por su parte, el 20 de marzo, en el programa Tolerancia Cero de CHV, James Hamilton fue igual de categórico: “No se olviden de Tomsilav Koljatic, Juan Barros, Horacio Valenzuela, Andrés Arteaga. Ellos son obispos que, como nosotros, vieron las mismas cosas, los besos, los toqueteos. No estaban metidos en la pieza, pero vieron las mismas cosas cuando besaba a este o le corría la boca o le agarraba los genitales al otro”.

Según cuenta el libro “Karadima: El señor de los infiernos” de la periodista María Olivia Monckeberg, parte de la influencia que construyó el ex parróco comenzó con una jugada clave: poner a un joven Juan Barros Madrid como secretario personal del entonces arzobispo de Santiago, Francisco Javier Fresno.

En 1983 se produjo la primera denuncia contra Karadima, a través de una carta enviada a Fresno y que, terminaría en la basura.

Después de poner a Barros cercano a Fresno, la influencia de los seminaristas de El Bosque se extendió: Horacio Valenzuela -hoy obispo de Talca- llegó a la vicaria de la zona oeste y Andrés Arteaga pasó a ser obispo auxiliar en Santiago. Después, pasaría a ser nombrado vice gran canciller de la PUC.

Barros por su parte, fue obispo de Iquique antes de ser nombrado en 2004 obispo castrense. Desde que estalló el caso Karadima, se ha justificado en múltiples ocasiones con que no sabía nada de las acusaciones. Sin embargo, su figura comenzó a generar recelo dentro de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, quienes habrían ido hasta el entonces ministro de Defensa Jorge Burgos para que presione por cambiar al obispo, según publica un reportaje de la revista Qué Pasa.

El paso de obispo castrense a una diócesis menor como la de Osorno es un paso hacia atrás para dentro de la Iglesia, donde las redes de poder y la “muñeca política” suelen ser más importantes que lo que se cree. Sin embargo, el nombramiento de Barros en enero de 2015, hace dos años, no ha dejado de ser polémico, especialmente después de que el papa Francisco lo justificara acusando que las críticas contra él son invento de los “zurdos”.

(Por / 16.01.2018

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