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Olimpia Coral Melo es la activista mexicana que logró que se tipifique la violencia digital en su país

•Por: Dalia Cybe

En su paso por Argentina, la joven reconocida por la revista Time participó de la presentación de la ley Olimpia y la ley Belén.

Olimpia Coral Melo es una activista mexicana de 27 años que a los 18 sufrió la difusión no consentida de material íntimo por parte de su ex pareja. A pesar de que en su momento esto le causó una gran depresión y la llevó a tres intentos de suicidio, lejos de replegarse la joven comenzó a militar la causa. Tras armar una campaña difusora en medios de comunicación y redes sociales logró que en 2018 se cambie el Código Penal del estado de Puebla, tipificando la violencia digital en su país. A partir de allí, el proyecto no paró de crecer y llegó a ser avalado a nivel nacional.

Ahora, a través de la campaña Ley Olimpia Argentina, la norma llegó a nuestro territorio yse presentó en la Cámara Baja impulsada por la diputada nacional Mónica Macha. La misma aboga por la integración de la violencia digital contra mujeres en la ley 26.485 e introduce la definición de “violencia digital o en línea” como “aquella que se ejerce mediante el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y que implique la obtención, reproducción y difusión por cualquier medio de datos personales, material digital real o simulado, íntimo o de desnudez de las mujeres, sin su consentimiento (…)”.

En su paso por Argentina para acompañar la presentación de la ley, El Grito del Sur habló con la joven mexicana -que fue reconocida como personalidad destacada por la revista Time- sobre la necesidad de sancionar la norma y las estrategias para visibilizar la violencia digital. “Desde el Estado, la sociedad y el mercado tenemos que comenzar a demostrar que no es culpa de las víctimas y que ellas merecen apoyo”, enfatiza.

¿Cómo fue tu historia personal?

Cuando tenía 18 años acepté grabar un video sexual con mi pareja de entonces sin tener conocimiento de qué era el sexting ni los videos sexuales. Este video se hizo público y se empezó a difundir por redes sociales. En ese momento comencé a recibir solicitudes de amistad de hombres que me pedían tener sexo por dinero, querían que les mande material erótico, me hacían comentarios desagradables, hasta me pedían tener sexo con animales. Me tildaban de puta, de mala, las redes sociales me redujeron al hashtag #lagordibuena. Dejé de ir al colegio, me encerré en mi casa. Estaba harta, me daba vergüenza mi cara, mi cuerpo, abandoné todos mis espacios personales y tuve tres intentos de suicidio. Cuando intenté hacer la denuncia en la policía se rieron de mí y me dijeron que eso no era un delito y que no existía ese tipo de violencia. Mi hermano recibió el video un domingo familiar y se lo mostró a mi mamá. Yo estaba muy desesperada y le pedí perdón, pero ella me entendió y me dijo que nadie debería ser juzgada por vivir su sexualidad. Me aseguró que todos cogíamos, que mi cuerpo desnudo no era un crimen y que no le daba vergüenza. Ese día fue un parteaguas porque pude entender que no era mi culpa.

¿A partir de ahí empezaste a visibilizar la causa?

A partir de allí conocí a otras mujeres que habían pasado por situaciones parecidas. Conocí sus historias y sus nombres, conocí cómo la gente les decía que eso no era violencia y entendí que no necesitan nuestros cuerpos físicos para violarnos con un like. Yo en ese momento estudiaba Derecho y comencé a redactar una reforma legislativa que presenté al estado de Puebla en el año 2014. Todo el mundo me decía que estaba loca y que no iba a lograrlo y no fue hasta el 2018 cuando se aprobó en mi ciudad que empezó a cambiar la perspectiva. Después, poco a poco, fuimos por las demás provincias y logramos 32 cambios de legislación hasta que llegó a oídos del Poder Ejecutivo en mi país y el pasado 19 de abril de 2021 se aprobó a nivel nacional. Ahí decidimos llamarla Ley Olimpia. 

¿Cómo hiciste para pasar de la depresión a la militancia?

No hay un secreto. Primero fue haberlo entendido yo. Esta frase de “el miedo cambió de bando” es muy acertada para mi historia porque yo entendí que era injusto que a mí me culparan cuando era la víctima. Tuve el privilegio de tener una familia que no me juzgaba y eso me hizo reflexionar al respecto y construir algo que lleva ya casi una década. A mí me salvó el amor. Me salvó el amor de mi mamá, me salvó el amor de mis hermanos.

¿Cuál fue la repercusión de la ley en México?

El proceso de la ley llevó a un cambio de discurso. Bajo el hashtag #lovirtualesreal nosotras tratamos de visibilizar la necesidad de hablar de ciberseguridad, de sexting, hacer campañas de educación y concientización, pero también de poner sobre la mesa que lo que no se nombra no existe y en ese sentido la responsabilidad es de quien cometió el delito. Por ejemplo, nosotras no hablamos de “pornovenganza” porque nos parece que es frivolizar una práctica y normalizar una cultura que pondera la explotación sexual. Además, la venganza es una reacción en contra de un acto malo que se cometió y en este caso no es así. 

¿Quiénes se opusieron?

Siempre hay oposición cuando se trata de algo sexual porque hay mucho estigma. Hubo ciertas organizaciones que quisieron confundir la libertad de expresión con la dignidad humana y decir que queríamos coartarla. Difundir cuerpos desnudos sin su consentimiento no es libertad de expresión, es violar los derechos humanos. 

¿Por qué es importante que se sancione esta ley en Argentina? 

Porque no tenemos una identidad para llamar a esta violencia. Al darle reconocimiento a la violencia digital, por obligatoriedad tenemos que empezar a tratarla. Los entes del Estado deberán velar por la violencia digital en prevención, capacitación e incluso en recursos. Tiene que ser visible. Si bien nosotras no somos punitivistas, creemos que la ley tiene que existir y que es una manera de abrir la posibilidad a otros actores necesarios. Desde el Estado, la sociedad y el mercado tenemos que comenzar a demostrar que no es culpa de las víctimas y que ellas merecen apoyo. La ley Olimpia no es solo un conjunto de reformas, es un lugar desde donde ver el mundo para poder estar seguras en Internet.     

¿Cuáles son las diferencias del proyecto argentino con la ley original?

La ley argentina no es una copia de la de México, sino una extensión adecuada a otro tipo de sociedad. Igualmente no hay muchas diferencias legales, conserva el espíritu y los puntos principales. El proyecto, que fue trabajado con activistas locales, como las compañeras de “Género y TIC”, busca que se integre la violencia digital al texto de la ley 26.485 para reconocerla y hacer políticas públicas. Además decidimos presentarla junto con la ley Belén en honor a Belén San Román, que le da un tipo penal a difundir y producir contenidos íntimos no consentidos. Lo que hace más completa a la ley argentina es que integra el intercambio de imágenes sexuales no pedidas y no solo a través del sexting con la pareja o la ex pareja sino con cualquier persona. 

¿Cómo se trabaja con los varones para generar conciencia?

En ese sentido creo que no somos dadoras, que no venimos a educar. La gran mayoría de las víctimas de estos delitos somos mujeres y quienes suelen difundir el material en grupos son hombres. Nosotras lo que queremos con esta causa es que los hombres tengan conciencia de cuando compartes una imagen, cuando estás consumiendo ese cuerpo, alguna mujer puede estar queriendo suicidarse. Nadie nace machista, la sociedad nos forja. Tenemos que evitarlo, no queremos que todos estén en la cárcel, queremos que no haya una víctima más y eso se logra con mucha educación y conciencia. Es una lucha que no se acaba con la aprobación de la ley.

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