Tras conocerse los actos de violencia de género ejercidos por Alberto Fernandez contra su ex mujer Fabiola Yáñez resurgió uno de los hechos de violencia más grande que sufrió una primera dama en manos de un presidente de la Nación Argentina.
El 12 de junio de 1990, la Quinta de Olivos se convirtió en el escenario de uno de los episodios más oscuros y lamentables en la historia reciente de la Argentina.
Ese día, Zulema Yoma, esposa del entonces presidente Carlos Menem, fue expulsada de la residencia presidencial por orden directa de su marido, un hombre cuyo comportamiento hacia su familia dejaba entrever un machismo recalcitrante y una violencia desenfrenada que, por décadas, se mantuvo oculta bajo la alfombra del poder.
Con cámaras y micrófonos en mano, la prensa fue testigo del humillante desalojo de Zulema, quién, rodeada de sus hijos Carlos Junior y Zulemita, fue arrojada a la calle como si de un perro se tratara. “Nos echaste como a un perro”, le diría su hijo mayor a un Menem que, desde la distancia, se justificaba con una hipocresía escalofriante: “Entre la Patria y la familia, elijo la Patria”.
Sin embargo, detrás de esta declaración que intentaba revestir su mezquindad con un aura de sacrificio patriótico, se escondía una verdad incómoda: Menem no solo era un presidente mujeriego e inescrupuloso, sino también un hombre que no dudaba en usar la violencia para imponer su voluntad.
La amenaza de internar a Zulema en un psiquiátrico, la presencia de una ambulancia lista para llevarla, y el uso de la fuerza policial para evitar su reingreso a la residencia, fueron solo algunos de los métodos violentos brutales que utilizó para alejarla.
La historia de Menem y Yoma no es solo la crónica de un matrimonio desgastado por los años y las infidelidades, sino también la de un hombre que, cegado por el poder, no tuvo reparos en maltratar y someter a su esposa.
Desde su primera separación en 1984, cuando Zulema tuvo que huir a la casa del jefe de Policía de La Rioja para escapar de una golpiza, hasta el trágico desahucio en Olivos, Menem mostró su verdadero rostro: el de un “califa” que, amparado en su fe musulmana, creyó tener derecho a repudiar y humillar a su esposa públicamente.
Pero lo más inquietante de todo es el silencio cómplice que rodeó estos hechos. Mientras las revistas se regodeaban con los amoríos del presidente y llenaban sus páginas con las aventuras “donjuanescas” de Menem, la violencia que ejercía sobre su ex mujer era minimizada o simplemente ignorada.
Y, en un país dónde el presidente debía ser católico, pocos se escandalizaron ante el hecho de que un hombre que había llegado al poder gracias a su conversión al cristianismo, actuara como un tirano en su vida privada.
La expulsión de Zulema y sus hijos de Olivos fue el capítulo final de un matrimonio marcado por la traición, la violencia de género y el desamor. Y aunque Menem intentó justificar su decisión diciendo que lo hacía por la Patria, lo cierto es que detrás de esa fachada se escondía un hombre que no dudaba en maltratar a quiénes alguna vez dijo amar.
Una historia que, hoy más que nunca, merece ser recordada para que nunca más se repita.